Las aceitunas

#Gemini me hace una bonita ilustración de este teatrito de Lope de Rueda. Su nombre formal es ‘paso’, pero a mí me gustó muchísimo cuando lo leí de chico en el colegio. Mira por dónde, me hizo nacer la afición al teatro.

Lope de Rueda (Sevilla, c. 1505<1510-Córdoba, c. 1565) fue un dramaturgo andaluz de gran versatilidad que escribió comedias, farsas y pasos (o entremeses), además de uno de los primeros actores profesionales de España. Se le considera el precursor del Siglo de Oro del teatro en España.

LAS ACEITUNAS, de LOPE DE RUEDA

PERSONAJES

TORIBIO, marido

ÁGUEDA, mujer

MENCIGÜELA, hija

ALOJA, vecino

TORIBIO.- ¡Válgame Dios! ¡Vaya tormenta que me cayó encima viniendo de la finca para

acá! Parecía que el cielo y las nubes iban a juntarse con la tierra. Ganas tenía ya de llegar

a casa. A ver que nos tiene hoy preparado la parienta para cenar. Mencigüela. Mencigüela,

hija. Ni que estuvieran durmiendo a las horas que son. Águeda, mujer.

MENCIGÜELA.- ¡Jesús, padre, cuántas prisas! A ver si va usted a romper la puerta, que es la

única que hay.

TO.- No le hables así a tu padre, descarada, que te… ¿Dónde está tu madre?

ME.- Ahí anda en casa de la vecina, que fue a ayudarle a coser una madejillas de hilo.

TO.- Madejillas les voy a dar yo a ella y a ti. Anda, ve y llámala.

ÁGUEDA.- Va, ya va, ya estoy aquí, marido mío. ¿Qué pasa, que trae usted una poca de leña y

hay que recibirle besándole los pies?

TO.- ¿Una poca de leña le parece a la señora? Pues entre el compadre y yo no podíamos

cargarla.

AG.- Ya, ya, ¡vaya un hombre para una guerra! Y encima me viene mojado hasta los huesos.

TO.- Como una sopa, mujer, y muertecito de frío. A ver si con la cena me pongo algo mejor.

AG.- ¿Y qué piensa cenar el señor si está vacía la despensa?

ME.- ¡Jesús, padre, qué mojada está la leña!

TO.- Eso pa’ que tu madre diga luego que la mojó el rocío de la mañana.

AG.- Vete, hija, a prepararle un par de huevos fritos a tu padre para que cene, y arréglale la

cama. ¿A que no se acordó usted, marido, de plantar en la finca el garrote de olivo que

le pedí anteayer que plantara?

TO.- ¿Y qué cree la señora que estuve haciendo toda la tarde sino plantarlo tal y como me

pidió?

AG.- ¿Sí? ¿Y en dónde lo plantaste?

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TO.- Allí, junto a la higuera de higos de leche, en donde, si te acuerdas, en cierta ocasión, te

di un beso.

ME.- Padre, ya puede venir a cenar, que la mesa está puesta.

AG.- Marido, ¿sabe usted qué he pensado? Que ese garrote de olivo que plantamos hoy, de

aquí a seis o siete años, nos dará cuatro o cinco cajas de aceitunas, y que, sembrando

garrotes de ese olivo primero por aquí y por allá, de aquí a veinticinco o treinta años,

tendremos un olivar hecho y derecho.

TO.- Razón tienes, mujer: bien bonito sería.

AG.- Marido, ¿y sabe usted qué más he pensado? Que yo recogeré las aceitunas, usted las

acarreará con la burrilla, y luego Mencigüela las venderá en un puesto del mercado. Y

mira, chica, que te digo que no me vayas a dar una tinaja de aceitunas por menos de

dos euros.

TO.- ¿Cómo que dos euros? ¿Qué quieres, vivir con ese cargo de conciencia o que alguien

nos denuncie por estafa? Con un euro por tinaja basta y sobra.

AG.- Mire, marido, que las aceitunas son gordales de las de Córdoba.

TO.- Aunque sean gordales de las de Córdoba, baste con pedir lo que yo he dicho.

AG.- No me venga usted ahora con esas. Mira, hija, ten en cuenta que te mando que no

vendas la tinaja a menos de dos euros.

TO.- ¿Cómo que a dos euros? Ven para acá, muchacha. ¿A cuánto las vas a vender?

ME.- A como usted quiera, padre.

TO.- A un euro como mucho.

ME.- Así lo haré, padre.

AG.- ¿Cómo que “así lo haré, padre”? Ven para acá, muchacha. ¿A cuánto las vas a vender?

ME.- A como usted mande, madre.

AG.- A dos euros como poco.

TO.- ¿Cómo que a dos euros? Te juro que, si no haces lo que yo te diga, te castigo. ¿Cuánto

vas a pedir?

ME.- Lo que usted diga, padre.

TO.- A un euros.

ME.- Así lo haré, padre.

AG.- ¿Cómo que “así lo haré, padre”? Vas a hacer lo que yo te mande.

TO.- Deja a la chica, mujer.

ME.- ¡Ay, madre, ay, padre, que me marean!

ALOJA- ¿Qué es esto, vecinos? ¿Por qué marean así a la muchacha?

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AG.- ¡Ay, señor! Que este mal hombre mío me quiere dar las cosas a menos precio de lo que

valen y traer a mi casa la ruina. ¡Unas aceitunas que son como nueces!

TO.- Juro por los huesos de mis antepasados que no son todavía ni siquiera como piñones.

AG.- Sí son.

TO.- No son.

AG.- Sí son.

TO.- No son.

AL.- Bueno, bueno. Éntrese usted en casa, señora vecina, y quédese tranquila, que ya me

explica el asunto su marido y arreglo con él el problema.

AG.- Que le explique, que le explique, que ya le explico yo luego.

AL.- Señor vecino, ¿dónde están esas aceitunas? Sáquelas aquí fuera, que se las voy a

comprar, aunque sean veinte cajas.

TO.- Que no, señor, que no es la cosa como usted se piensa: que las aceitunas no las tengo

aquí en casa, sino en la finca.

AL.- Pues tráigalas aquí, que yo se las compraré todas, al precio que usted considere justo.

ME.- A dos euros quiere mi madre que se venda la tinaja.

AL.- Bastante caras.

TO.- ¿Verdad que le parecen caras?

ME.- Y mi padre a un euro.

AL.- Quiero ver cómo son.

TO.- ¡Válgame Dios, señor! A ver si lo entiende usted: resulta que hoy planté en la finca un

garrote de olivo, y dice mi mujer que, de aquí a seis o siete años, dará cuatro o cinco

cajas de aceitunas, y que ella las recogería, y que yo las acarrease con la burra y que la

chica las vendiera en el mercado, y que por fuerza tendría que pedir, como poco, dos

euros por tinaja; yo que un euro, ella que dos, y por eso fue toda la discusión.

AL.- ¡Qué discusión tan simpática! Nunca había visto nada igual. Las aceitunas no nacieron

todavía y ya cobró por ellas la muchacha.

ME.- ¿Qué le parece, señor?

TO.- Anda y no llores, Mencigüela. Si esto es un encanto de hija, señor. Venga, vete adentro a

calentar la cena, que, con las primeras aceitunas que se vendan, prometo regalarte un

vestido nuevo.

AL.- Pues hasta otra, vecino. Y que haga pronto usted las paces con su señora.

TO.- Adiós, señor.

AL.- Da hasta miedo de las cosas que pasan en esta vida: no nacieron todavía las aceitunas y

ya fueron causa de discusiones. ¡Señoras y señores, lo que hay que ver!

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